lunes, 5 de septiembre de 2011

Perú

Una rápida llegada a Lima y de nuevo volando a Cuzco. Destino inicial del viaje: Machu Picchu. Me gustó Cuzco, con sus casas colgadas de las laderas y el cálido ambiente creado por los turistas. Me gustaron las gigantescas piedras incas a lo largo de algunas de sus calles, los balcones y los primeros peruanos que nos encontramos en el viaje. A pesar de que vi algún fotógrafo en la plaza de armas durante las horas crepusculares no consiguieron arrancar en mí esa inquietud de plantar el trípode en esta zona de la ciudad. Tampoco tenía tiempo disponible para ello.

Unas pocas negociaciones para contratar la entrada al Valle Sagrado nos hacen coger el autobús al día siguiente y recorrer los primeros pueblos, abandonando "el ombligo del mundo" (como es conocido Cuzco en quechua).

Los primeros paisajes asoman a la ventanilla. Pisac y sus ruinas incas nos dan la bienvenida. Después de comer Ollantaytambo es el pueblo que nos acoge con sus andenes hacia el cielo y su mercado artesanal. Tren hacia Aguas Calientes. Mañana subimos a Machu Picchu. Parece que hará bueno. ¡Todo a nuestro favor!.

Primeros momentos de tan mágico lugar. Va amaneciendo. La vista típica, tan contemplada en libros y revistas, es espectacular. El enclave es realmente asombroso y el misterio parece inundar estas primeras horas. Atención a las explicaciones del guía y pocas imágenes. Luego tiempo libre pero la luz ya no es la misma. Da igual. Traje mi vieja Nikon D80 en lugar de la nueva D300s; no espero gran cosa fotograficamente hablando asi que prefiero disfrutar. Por supuesto, algún rincón cae en la tarjeta de memoria mientras intento restar luz del cielo con mi viejo filtro degradado Cokin.

El lugar reposa ya en la memoria y nos dirijimos a Huaraz, en un intento de colaborar unos días con unas misiones. El entorno es espectacular, rodeado de montañas. Aquí vive la Cordillera Blanca en todo su esplendor. A pesar de ello espero fotografíar más personas que paisajes. Efectivamente, las escuelas y los divertidos niños me ofrecen las mejores sonrisas peruanas de todo el viaje.

La visita al lago Llanganuco rompe lo cotidiano para ofrecerme un paisaje cololosal entre tanta montaña.

Fin de la cooperación y seguimos subiendo hacia el Norte. Destino: Trujillo. Casas coloniales bien coloridas nos dan la mano a cada esquina. Un bonito centro de ciudad para perderse por sus rincones. En los alrededores descubrimos la cultura moche en sus huacas y disfrutamos de un día maravilloso en el pueblo costero de Huanchaco coincidiendo con una competición de surf, su esbelto muelle y sus tradicionales barcas.


Volver a Lima ya supone dejar la cámara en casa para pasear libremente a modo de despedida.

Un nuevo viaje, un primer salto del Pacífico, unas nuevas experiencias, otros modos de vida, unos nuevos recuerdos...



1 comentario:

  1. Niño! Estás en el Perú?
    De vacaciones o de cooperante?

    Anda! no sabía yo que saltabas el charco de vez en cuando.

    Buenas fotos. me extraña que digas que no esperas nada fotograficamente hablando. Yo espero que sí.
    Un abrazo y cuidate.

    ResponderEliminar